El velo es una de las prendas más icónicas de una boda, y por eso es un honor que tu madre o otra mujer te preste el suyo para la tuya. Pero ahora llega el problema: no quieres hacerle el feo de rechazarlo y, sin embargo, te das cuenta de que no pega con tu estilo ni con tu vestido. ¿Qué hacer?
Adaptación. Esa es la clave. Lo primero de todo es fijarse en el peine del velo. ¿Está en mal estado o totalmente desfasado? Sepáralo con mucho cuidado de la tela, compra uno nuevo que se adapte a tu estilo en una tienda de novias y reemplázalo. En ocasiones, este simple cambio basta para reactualizar un velo.
Lo siguiente es retirar esas perlitas o adornos de pedrería que tan bien combinaban con el vestido de tu abuela pero tan mal le pegan al tuyo. Empieza por escoger un adorno de la zona menos visible y, con unas tijeritas pequeñas y mucho cuidado, trata de cortar la costura que lo une al tul. Si no consigues hacerlo sin dejar un agujero, no serás capaz de hacerlo con los demás adornos. Por el contrario, si lo logras, puedes proseguir con la tarea de modernización.
De manera alternativa, si quieres añadir algo de vistosidad al velo con brillos actuales, investiga por internet los diseños que más te gustan y, con una selección de fotos bajo el brazo, vete a la tienda de adornos y escoge tus favoritos. Ya en casa, prueba a colocarlos de diferentes maneras: esparcidos por todo el velo, agrupados en torno al peine o solo en el dobladillo de la tela. Una vez decidida la posición, pégalos (hay pegamentos especiales para tela) o cóselos con mucho cuidado.
Otra opción para rejuvenecer un velo es colocarle una cinta de satén en el borde. Colócala a un centímetro del borde de la tela, cósela con puntadas rectas o en zigzag y, por último, con unas tijeras, corta la poca tela sobrante a ras de la cinta para que esta marque justo el borde.